lunes, 16 de marzo de 2009

Cuando la moda respira - YSL id not dead


Cuando la moda respira


La moda posee límites poderosos, ajenos algunos a cualquier otra disciplina creativo-proyectual. Descripta históricamente como inestable, patológicamente caprichosa y superficial, la moda insistentemente ha intentado purgar éste aura decadente y de inconducencia práctica que tiñe cada uno de sus emprendimientos, mostrándose aún más inverosímil en esos intentos. De manera sorprendente, la poca reflexión sobre el cadáver de la derrota ha demostrado en cada uno de esas situaciones una notable capacidad de recuperar fuerzas para hacer más estable y poderosa la problemática que se intentaba desarticular, o articular mejor… O reorganizar… O por lo menos reorientar.

El ocio teórico -devenido en torpeza retórica- de los mayores exponentes del diseño de indumentaria y la moda es reemplazado así por una compulsiva demostración del más demagógico respeto académico hacia la creatividad ilustrada, hacia la experiencia última del temperamento creativo: el trabajo del artista. ¡CHAN!. “La moda es buena anfitriona, pero la peor de las invitadas”, diría a modo de papelón editorial un famoso crítico de arte, frente a la pregunta sobre la falta o no de cuestionamiento ético-artístico en los protagonistas creativos de la industria de la indumentaria (fotógrafos, productores, diseñadores, estilistas, directores artísticos, editores, y redactores). Al margen del clásico debate centrado en la manera que la moda vampiriza (de manera compulsiva) las expresiones artísticas para poder sobrevivir, el entrevistado sostenía que no estaba decididamente en contra de éste fenómeno. Destacaba su carácter positivo como proceso de legitimación teórica: la moda apelando a la astucia de la escena artística para encontrar equilibrio en la relación simbiótica, y lograr por simple contraste el reconocimiento teórico de manera evidente. Por otro lado, él mismo no dejaría de hacer la salvedad en pos de una necesaria graduación del tono en la afirmación original: “La moda no vampiriza... sólo otorga excesiva publicad sobre ciertos fenómenos que despiertan el interés, o las ‘musas’ de estos creativos… este fenómeno no es peligroso, pero a veces sí muy aburrido”. Cuando algo es fuertemente “spotlitghteado” por la moda se dice que su caída en desgracia es inevitable, que su desacreditamiento parece inminente… Pero si se piensa un poco, uno percibe que siempre es posible la recuperación. Es muy probable que sea esta misma red de relaciones que conforman el escenario de la moda actual la que devuelva parte de la credibilidad y el crédito antes neutralizado…

Pero pensemos en el caso inverso: cuando el arte cuestiona éticamente, o simplemente estéticamente, algún fenómeno -aunque mas no sea a través de las formas metafóricas, crípticas, aparenciales e impulsivas, a las que nos tienen acostumbrados los artistas-, la recuperación puede llevar décadas.

Es verdad que la moda no tiene la capacidad para “matar” en el plano crítico -ni siquiera en el plenamente formal- a ninguna expresión creativa, pero si puede mandar a terapia intensiva a la novedad artística con mucha facilidad. “La moda es buena anfitriona”, en el punto en que sirve como buena vidriera para el buen desempeño del mecenazgo intelectual. Las disciplinas estéticas por excelencia como El Arte, o La Arquitectura, y las disciplinas que sólo toman al “Mundo de la Moda” como temporal objeto de estudio (sociología, psicología), encuentran en este un terreno muy fructífero para el desarrollo de ciertos menesteres publicitarios.

Pero esto nunca funciona de manera efectiva al revés (“... pero es la peor de las invitadas”): los intentos -sinceros o totalmente farsantes- de los diseñadores por sumarse -de manera conciente y voluntariosa- a las inquietudes de las disciplinas enumeradas anteriormente siempre han sido lo más parecido a un papelón sociocultural.

Existe en todo este fenómeno de decadentismo crónico una realidad que se presenta de manera muy clara. A modo de reflexión lúcida y conciliadora, como fruto de toda esta cadena de argumentaciones, podemos afirmar: es cuando ocurren estos papelones mediatizados, los únicos momentos en que la moda respira de manera saludable. Cuando es conciente de su realidad misma, de sus limitaciones, se proyecta en un viaje próspero, calmo y sin sobrepeso. El arte de obrar con muchos recursos, algo de cintura práctica, y mucha escasez teórica: la inteligencia de los tontos.

Quizás no sea de tan mal gusto ejemplificar. De todas maneras las oportunidades abundan; es sólo cuestión de meter la mano debajo de los almohadones y ver que sale.

Los trajes de Gabrielle Chanel para Dalí en el ballet “Bacchanale” (1939)… Era otra época. La puesta de Valentino, para “El sueño de Valentino” en la Opera de Washington (1994),… Nunca nos importó Valentino. Yves Saint-Laurent con sus sketches para Zizi Jeanmarie (1972)… Eran para una bailarina, está fuera de discusión –¡colecciones, queremos colecciones! ¡“arte sobre pasarela”!-. El gordo McQueen y los brazos hidráulicos de las cintas de montaje automotriz, que con tanta sutileza pintaban en el traje de novia de Shalom Harlow (1998),… Recientemente pasado de moda -1998-. El “living-dress” de Hussein Chalayan,… Aparte de pasado de moda ya he arremetido contra él…

Mejor tomar un ejemplo más olvidado, menos previsible… Más potente. Volvamos a los años locos, “los años locos de la moda”: fines de los ochentas, principios de los noventas.

El gran Saint Laurent, en momento de su despedida definitiva de la alta costura, llegó a pronunciar una frase que no por muy ridícula resulta menos inquietante: “…esta disciplina que no es un arte, pero que necesita de un artista para poder vivir…”.

Sería más interesante pensar que no se refería a sí mismo (o al personaje del diseñador), y sí a todo el circulo de personajes y situaciones de los cuales la moda incorporara contenidos, fagocitándolos lentamente para poder continuar corriendo sobre la cinta mecánica, y estar cada vez mas “hip”, “top”, “in” y, por qué no, también “out”.

Pensemos en la colección alta costura otoño invierno 1987-88 de la firma del mismísimo Y.S.L., inspirada en los cuadros cubistas y no tan cubistas de su admiradísimo Picasso. Un Yves ya cincuentón, siendo uno de los más poderoso e influyentes diseñadores del siglo, no pudo con su genio y quiso tributar al pintor con una serie de vestidos a medida inspirados en su obra. El resultado (quizás sólo a la visión “de hoy”, pero no me importa): un papelón, por supuesto. Pero un buen papelón, uno de los más lindos; una mezcla de talento irrefrenable en el trabajo del color (eso es innegable) y un torpeza compositiva alarmante.

Una breve descripción formal del pie de colección seria inútil, pero intentémoslo: trajes de noche con toscos esfuerzos de moldería para contener a modo de extensión de la silueta femenina las pinturas del artista. Reproducciones sobre las telas de manera corpórea y recortada, y otras veces a manera de bordados, los más famosos cuadros del español. Estamos hablando literalmente de la famosa “paloma de picasso” estrellada en un strapless de un vestido de noche en raso azul profundo (presentado en el show sobre el cuerpo de la legendaria Katoucha, quien volvió a lucirlo en el desfile de despedida de la maison quince años después). Acompañaban también otras variantes de “las palomas”: traje sastre en lana negra con destaque sobre los hombros en forma de dos palomas íntegramente bordadas en plumitas rosas a modo de pinceladas; vestido túnica en seda blanca con improvisados breteles en forma de iguales pájaros a tono. Y no nos olvidemos de la novia, de clara silueta ‘60s, con vestido strapless muy mini en seda blanca con cuerpo enteramente drapeado, destaque adherido en el hombro derecho y en la parte baja de la falda en forma de dos grandes palomas besándose hacia el centro (quien recuerde la apertura del Mundial Francia 98 con retrospectiva de Y.S.L., el mismo traje fue pasado por Carla Bruni, sólo que en vez de tacones cerrados blancos llevaba sandalias doradas con pulsera).


Tomando a Saint Laurent y a su frase, y un poco de archivo “Para Ti”, podemos demostrar fácilmente que los sucesos más maravillosos de la moda se componen de una buena destreza creativa, olfato para el papelón y pretensión formal mezclados con la inocencia que brinda el buen oficio.

¡Es Saint Laurent! … ¡Es Picasso! ¡Y es alta costura en Paris!

“Sus límites se definen a lo largo de una serie de sucesos efímeros. Negar el carácter impune de la moda, es negar su arma más efectiva”.

Impunidad es el aire que respiramos quienes trabajamos, o estudiamos, o vivimos en moda. Impunidad artística, impunidad teórica, impunidad formal. La reinvención continua de los mismos recursos. ¡Ahora si! ¡Ahora no! ¡Ahora de nuevo! ¡Todavía no! ¡Ahora si!… ¡De nuevo, si! Este eterno formateo al que la moda se somete todo el tiempo es aprendizaje para otras disciplinas más lentas y somnolientas. Donde ya no queda ”nada por inventar” en pos de un avance real en la performance del diseño, si se piensa que la tecnología no tiene todavía nada nuevo para decir o sugerir. O donde ya no queda “nada para decir”, en pos de que el arte por capricho o por proceso expresivo no tiene por el momento nada para comunicar. La moda siempre tiene algo “nuevo” y “necesario” para ofertar. El hábito de proponer un cambio, por lo menos parcial, cada seis meses no puede encuadrarse en un marco de completa seriedad.

“Mi trabajo de costurero no es arte, no me considero artista. Yo hago artesanía como los pasteleros y los panaderos”.

Jean-Paul Gaultier. 2004

La realidad de la moda y su reconocimiento artístico de los últimos años evidencia su desacierto nada más y nada menos que en la evolución del trabajo de los mismos diseñadores. Algunas voces plantean la discusión en un punto clave: otorgar la categoría de arte a una disciplina que no posee expresión pura de abstracción es casi imposible. Debemos entender que, en general, la evaluación del talento de los diseñadores de moda nunca se logró separar de un simple ejercicio de medición comparativa de acuerdo a sus aptitudes formales. El vínculo entre un planteo teórico verdadero y la labor de un diseñador (avant garde o puramente comercial) no ha encontrado un puente real que los una, o al menos los relacione retóricamente.

Es verdad que aún hoy se discute la relación, vínculo o realidad artística de La Arquitectura, por ejemplo, basando los más fuertes fundamentos en favor de la categorización de esta como arte y en sus momentos más álgidos de abstracción. “La arquitectura no representa algo, ni nada”.

Lo más inteligente en estos casos es dejar fluir la discusión a través de los puntos más débiles del planteo. Si, los más débiles. A la moda sencillamente no le conviene luchar por su reconocimiento artístico. Por bruta, o por poco abstracta: da lo mismo. Su realidad de “eterna invitada en los museos” es quizás la más sincera de sus manifestaciones. Al fin y al cabo “expuesta”, aunque sin ser reconocida como arte; una garantía de esfuerzo continuo.

Ningún aspecto de su producción soporta la estrategia como herramienta interna.



Por Paul Morgue

Edición: Ignacio D’Amore

Para ÉXITO! (www.hacemellegar.com.ar)