lunes, 25 de mayo de 2009

CANOPUS GOLPEA DE VUELTA - UR#2

CANOPUS GOLPEA DE VUELTA
UR (ARQUITECTURA)#02 Conversar
http://www.ur-arquitectura.com.ar/
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Un diálogo provocador y una ficción estética; un ímpetu por hacer del periodismo, o la crítica arquitectónica un modo de accionar. Una manera de provocar oposiciones, suposiciones,… de determinar posiciones, como en otras épocas.
Sería demasiado definir “Canopus_Fanzine de arquitectura” de esta manera. Y es verdad que quizás no exista un solo artículo en las 13 ediciones, con suficiente estructura como para ser siquiera denominado ensayo. Pero se los podría suponer como una serie de cartas de lector, un lector muy concentrado en insistir en un diálogo. Un lector un poco preocupado por un quehacer arquitectónico, y por qué no también, de obtener un poco de notoriedad. De ahí, quizás, la insistencia en el formato papel (en épocas de la blogalización).

Canopus fue el primer fanzine de arquitectura homocore, y hasta donde yo sé, el último en toda la cuenca del Río de la Plata. Una publicación independiente, llevada a cabo por fanáticos, que hereda la estética y la actitud hardcore de los fanzines de música. Que habla sobre arquitectura, sin las trabas del copyrigth, la erudición académica en el lenguaje, la publicación de documentación propia y/o exclusiva… y todas las demás reglas editoriales que aquejan a las demás publicaciones –Imagínense libres de semejantes ataduras para escribir sobre arquitectura: ¿un disparate?. Demostrado está que lo escrito no fue ninguna pelotudez, entonces un fanzine de arquitectura es algo de culto.

Si me propusiesen explicarlo de una manera extensa, recopilaría las editoriales de cada Canopus, y las editaría una atrás de otra en una nueva publicación. Así se podría sintetizar un poco el plan de acción. Pero en este caso tengo ganas revisar otros aspectos.
Hay que hacer mucho hincapié en el espíritu aventurero – y mucho más naif que el acostumbrado- al intentar dialogar con los big boys. Utilizado como un medio de legitimación, centrado en la ostentación editorial. Quizás uno de los rasgos más olvidados y/o despreciados por las editoriales de la actualidad: la suposición de un público expectante de un discurso, de uno sólo. Semejante supuesto provocaba un gran sentimiento de libertad. Algo parecido al rótulo de “periodistas del espectáculo”. La ostentación de un fuerte punto de vista, por sobre los datos de archivo o un simple desarrollo estético-crítico, es un aliciente en tiempos de relecturas menos provocadoras. “No hay nadie que se banque un archivo”, diría un allegado… una y otra vez.
En arquitectura parece que nadie se “banca un archivo”, y así y todo pareciese que seguiremos con los edificios por mucho tiempo más. ¿Hay algo con más forma de archivo que un edificio? Sí. Los postulados de la arquitectura… y sus apéndices, claro, y luego sus revisiones, junto a sus revisionistas. Todos archivos, que nadie logra esquivar sin caer en por lo menos en un doble o triple discurso. Quizás por eso las vedettes de “CANOPUS en las grandes ligas” vienen a ser, por un lado Philip Johnson, y por el otro un tal Koolhaas. Entre provocador y bochornoso, en épocas de la muestras sudacas, el auge “constructorista” post crisis, y no se cuantas otras cosas más, hablar en tono semejante de estos “grosos” sonaba a una verdadera “viejada” (demodé).


Crítica criticada, Johnson siempre en nuestro horizonte.

Primero decidimos escribir sobre P.J. (“C#6”), y a continuación sobre R.K.
Recuerdo cuan inspirativo fue para el posterior desarrollo del “C#7”, el articulo “Bromas en Serio” (1-“3.Bromas en Serio. 3.1. Philip Johson. El cándido rey Midas de New York Camp. Charles Jencks. Arquitectura Tardo moderna y otros ensayos- GG), en el cual Charles Jenk, describía con lujo de detalles (indumentaria incluida) la entrevista que tuvo con el mismísimo, a raíz de una voluntad del escritor en re-publicar (en un contexto bastante amplio de la, para ese entonces no menos extensa y ya aburrida, carrera de Philip Cortelyou sus positivas declaraciones a favor del efervescente nazismo en los años previos a la guerra. El autor deja en claro la necesidad de pedir permiso a Johnson para exponer tan delicados dichos nuevamente, pero en la sola consulta, radica un ataque. Una voluntar de provocación extrema, al encarar un escrito, pidiendo permiso al implicado para utilizar lo peor. En este caso, no un edificio malo, sino recordar un dicho que lo condenaría hasta la actualidad. Sería algo como “te quería comentar que te vayas preparando porque voy a intentar hacerte mierda…, podés ir pensando tu respuesta”. Y Philip no necesito más. Su respuesta in “real time”, y con una delicada sonrisa, luego de haber ofrecido algo de tomar a su interlocutor, fue: “Sí, por supuesto, puede utilizar lo que quiera….pero por favor, recuérdeme: ¿qué era lo que decía yo en esa época?”. “Desde luego, ¿y qué decía yo?”. Outstanding!.

También recuerdo cuan natural fue la idea de continuar con el holandés. Reflexionado un poco sobre él porque, hoy por hoy prefiero traer a relación una explicación del propio Rem, sobre cómo funciona la crítica en arquitectura, o por lo menos cual es el efecto en lo personal de una crítica de arquitectura; algo muy típico de una estrella con poco humor. Dice algo como: “Una reseña tiene el sentido de una comunicación privada y privilegiada entre el escritor y el público…
Leer una reseña de una obra propia es como sorprender una conversación íntima: vagamente ilegal, ligeramente obsceno, horriblemente fascinante.”

En un primer escenario: New York. Edificio Seagram. Phillip Johnson, con una magistral cintura esquiva un exocet de parte de Charles Jenk. Y en un segundo escenario: Revista Arquitectura Viva. Rem Koolhaas se pone a la defensiva por una estupidez que escribió Kenneth Frampton sobre su obra.

Nuestro desafío era un poco plantear este tercer escenario: de un lado Koolhaas, nuevamente, y del otro, nosotros, el “grupo canopus”, con una propuesta mucho más fresca: proponerle que sea Philip Johnson y se rescate de la histeria editorial que no lo estaba dejando en ningún lado.
Es verdad que la distribución de canopus era por aficionados y para aficionados. Entonces lo más interesante surgió de considerar a muchos “pro” de la arquitectura, como aficionados. Alguien lo destacó como una forma de generar un diálogo por medio de la provocación.
Decidimos escribir sobre el “Contenido” de este tipo y su nuevo libro, y se lo mandamos por correo de la misma manera que lo dejamos en disquerías, fanzinotecas, o se lo dimos de mano en mano a cuanto “aficionado” de la arquitectura se nos cruzó. Consiguió alguien que le tradujera el imposible castellano. De esta manera tenía oportunidad a réplica, y la aprovechó: “decidió fotocopiar personalmente cien números y repartirlos entre sus colaboradores… Hubiésemos querido que se fotocopiase el trasero a continuación, pero creo que es mucho pedir para un arquitecto”. (Pablo Canopus. “Nos vas a comparar”. Revista Éxito. 2006. www.exito.com.ar)
Es como si en vez de sorprender una simple conversación íntima, directamente uno pudiese escuchar a dos o más personas hablando mal de uno mismo. Un misil teledirigido que forma parte de una “conversación íntima” pero que también incluye por medio del envío a la “víctima”.
El resultado es mucho más interesante; lejos de ponerse uno a la defensiva, como en el caso de un polite approach editorial, uno puede determinar una accionar más concreto: dejarse hacer polvo por propio gusto, desestimando de esta manera el ataque…, o hacer como que es otra persona y sumarse a la discusión. Y cientos de opciones más. Es gracioso pensar que haciendo esas 100 fotocopias del fanzine, previamente traducido por sus empleados sudamericanos, El, cumplía con la primera enmienda de la acostumbrada editorial al principio de cada número, y por propiedad transitiva recuperaba parte de la onda que el articulo se había empeñado en restarle.

Creo que si no fue destacado hasta ahora, este es el momento. Canopus aparte de ser un fanzine dedicado a la arquitectura, se presentaba como una publicación también dedicada a la reflexión sobre Moda; no diseño, ni tendencia, sólo Moda. Toda esta voluntad del “corre ve y dile”, tan ajena al periodismo de arquitectura, fue uno de los grandes aportes de nuestros colaboradores de la moda. Para quienes se han familiarizado desde siempre con las crónicas durante la semana de la moda el ataque directo en busca de un reflejo inmediato es un juego muy viejo: dires y diretes, charlas de sobremesa, idas y venidas, y… más recientemente blogueadas y updateadas de último momento. Desde siempre, o por lo menos de mi conocimiento, desde los 90’s, los diseñadores han permitido que los redactores se paseen por sus talleres durante los días previos al show, de esta manera estos podían escribir algo, que publicarían con el grueso total de lo recolectado, o dedicar un apartado, incluirlo con las reflexiones post desfile, o directamente (en tiempos de la blogalización, nuevamente) hacer indiscretos adelantos. Golpe bajo al diseñador que se pasó un poquito de moda, al que se quedó corto, al que se fue a la mierda, al que la pegó de una manera magistral… Y todo el mundo lee, todo el mundo se ofende, y a todo el otro mundo se le sacan las acreditaciones para pasearse por el backstage, a todo el mundo se le niegan un asiento en la primera fila después de una mala pasada, etcétera. Ninguna comunicación privada, ni privilegiada, sólo provocación, adrenalina, tatlering, y demás.
Algo de eso intentamos, humildemente, aportar a la vida de los arquitectos.

Los arquitectos no presentan los edificios, al menos no todos juntos en una misma semana. No arman una escena, donde contratan extras y muestran como estos usuarios falsos utilizan y “viven” el edificio, frente a la atenta mirada de los nuevos “Moholy Nagys”. Imaginemos inauguraciones colectivas. Sería muy divertido. Por ejemplo, en la primera semana de octubre viajaríamos a Barcelona, para saltar de presentación, en “opening”, viendo la nueva propuesta de todos los estudios condensada en su flamante nueva obra. El que haya podido construir un museo, organizaría un gran evento, el que presentase una pequeña vivienda unifamiliar, lo haría con un cóctel, o una cena solo para los editores. Es mas, con los meses, por no decir los años que dura una obra, nos podríamos acreditar para pasearnos por la construcción, viendo, suponiendo, calumniando, y anticipando de antemano la caída del gran arquitecto estrella del pasado, o el sorpresivo ascenso de un nuevo talento.

Pero creo que nadie lo haría, porque en arquitectura se escribe mucho, pero de a ratos. Y cuando uno decide escribir de un edificio en particular, se debe hacer un repaso por toda la obra del autor. Y sólo cuando están terminados. La moda entraba de esta manera en Canopus; una especie de desenredante, de crema de enjaugue, para ideas anticuadas.
De esa misma interacción surgió la idea era hacer algunos reportajes fotográficos sobre un par edificios de gran notoriedad. Llamar a fotógrafos amigos, determinarles los lugares, y acompañar el marco del edificio con alguien en bolas. Arquitectura + pornografía masculina. Hubiese sido una buena forma de atraer nuevas miradas hacia la arquitectura; esencial en épocas de tanto aburrimiento. “Edificios y culos”. “Torres en Puerto Madero… la vergas que amamos”. También habíamos pensado en mujeres, pero nos parecía demasiado evidente. Hustler seguramente debió hacer algo muy parecido décadas atrás.
Canopus sólo volvería a publicarse en estas condiciones editoriales -hay un plan, o por lo menos un par de ideas; “101 edificios donde desnudarse antes de morir”-.
De esa ambiciosa idea original surgió todo eso de los “chicos -en bolas, o no tan en bolas- del mes”. Elegiríamos temas de arquitecturas sobre los cuales escribir, y un pibe para descansar la mirada; una ecuación que no podía fallar. Nada que Johnson o Koolhaas ya no hayan hecho de alguna u otra manera, ¿no? El homoxidal estaba en nuestro horizonte, también.

Mucha velocidad al comienzo de una carrera otorga buena fuerza de envión, pero te deja después sin aliento y con una puntada en los pulmones (que se siente en el pecho). Algo de eso sucedió con los 13 números (y cientos de advertencias) teledirigidos a la conciencia de los jóvenes arquitectos en menos de un año y medio. Nos molestaban demasiado las palabras del tipo: diseño, diseñar, “auge de la construcción”, Prada, di Tella, Vekstein. Demasiado, como para detenernos a pensar cuan inofensivas eran en realidad. En cambio amábamos al Easy (CANOPUS #7), a Margiela (CANOPUS #2), las estaciones de servicio (CANOPUS #1), las noticias de abusos en locutorios (CANOPUS #5 a,b,c), y los edificios reutilizados (CANOPUS #3, #8)… no refuncionalizados, tampoco ocupados, y mucho menos okupados! Sólo re-utilizados. Al pedo.

Inicio de actividades, 2004. Pero con los ojos puestos en los 5 años anteriores. Mucha gente estaba movilizada hacia expresiones artístico-editoriales, arquitectónico-conceptuales. Enunciadas las “13 advertencias”, la gente desayunaba lecturas, y la facultad se caía a pedazos; eran épocas de mucha efervescencia y mucha impostura. Arquitectura editorial alguien sopló al pasar, pero no hicimos botellas. Sino fotocopias, anillados, bolsas de papel, broches y mucha fotocopia. Canopus era parte de todo eso, más que de los blogs, yo creo.